Mujeres poderosas: La cabaretera de los Ángeles
Era la persona más inusual que hubiera visto jamás, sus grandes ojos me miraban con esa chispa que hay en la mirada de los niños. Parecía que todo lo veía como si fuera la primera vez.
-Siéntate- me dijo cuando llegué de visita a su casa un domingo por la mañana, ella siempre nos recibía con la calidez de la familia y con aquella certidumbre de que todo está bien. El tiempo en su casa, si a eso le podemos llamar casa, se detenía por completo apenas al cerrar la puerta; vivía sola desde hacía mucho tiempo pero nada borraba la satisfacción y el orgullo de su rostro.
-¿Trajiste lo que te pedí?- era lo primero que te decía antes de un saludo; como siempre le dejábamos los ingredientes en la mesa, huevo, tomates, cilantro. Ella nos preparaba su chile/huevillo particular, poco picante porque eramos niños, muchos tomates y los huevos revueltos con un poco de sal y batidos con gracia en un plato viejo de porcelana. No tenía mucho dinero, es más vivía al día con lo que los demás de daban, sus hijos casi no la veían y la única que lo hacía tampoco podía contribuir mucho a mantenerla, por eso siempre tenía palomas, gallinas y pollos que criar y que mataría para celebrar su cumpleaños con un buen mole. Aún sueño con el pollo que me hizo pelar para celebrar uno de sus tantos cumpleaños.
Luego de nuestro desayuno venía la parte más impresionante de todo el domingo. Valía la pena levantarse temprano y no solo por el desayuno. Ella se sentaba en una de sus sillas, la mesa redonda hacía que todos nos viéramos y la cortina que separaba su cama de la mesa hacía que todo pareciera más pequeño pero cálido. Hay algunos olores guardados en tu memoria que te traen recuerdos, justo ese olor llegó a mi cuando menos lo esperaba inspirando a mi cerebro a recordar una de tantas historias que ella me contó.
-Cuando tenía quince años me escapé por primera vez- comenzó a decirme animada por comida recibida y acompañada del sonido de sus gallinas en el patio o el escándalo de sus palomas por querer salir de aquella jaula -Mi mamacita estaba cuidando a mis hermanas y tenía y tenía chamacos a cada rato. Nosotros nos habíamos venido de Querétaro para la ciudad después de que mi papá quisiera hacer más negocio, él se iba mucho tiempo y nos dejaba solas a mi mamá y mis hermanas para cuidar la casa. Él no sabía mucho, pero tenía inteligencia para hacer negocios y yo como chamaca que me iba a poner a ayudarle a mi mamá a criar a mis hermanas, para eso tenía a Cruz, ella sí que le ayudaba a mi mamá yo no. A mi me gustaba la música y bailar. Además la vida de antes era más dura para nosotras. Qué me iba yo a quedar esperando a mi papá para poder salir de paseo no, yo quería ver y conocer como él lo hacía.-
En esa historia ella me contó como se escapó de su casa y no volvió hasta pasados tres días, llegó con fruta y comida para su mamá y sus hermanas. Muchas veces se iba semanas o meses y así conoció varias partes de la República Mexicana, Durango, Veracrúz, Morelos, son los estados que me acuerdo me mencionó alguna vez, pero sé que fueron más, muchos más.
-Mi mamacita me agarraba a palazos cada que me iba por una semana y me aventaba toda la fruta y verdura que yo le llevaba, me gritaba de todo: "cochina" "pecadora" "mala hija". De los que me quiero acordar, pero ella y mi hermana mayor me veían mal porque me iba y no quería yo un marido. ¿a los 15 para qué quería uno?-
Esa pregunta también me la hago yo muchas veces ¿para qué quiere un marido tan pequeña? Sé que su mamá se casó muy pequeña, justo a la edad en que ella se escapó por primera vez, sé también que su padre no quiso la vida del campo para él y su familia y se las llevó por su estado hasta llegar a la capital. Ellos no tuvieron tanto dinero, quizá por ignorancia o quizá por el abuso de los "letrados" que manejaban el patrimonio de un introductor de ganado, pero a ella no le hacía falta -¿Para qué si yo trabajaba? y cuando no, todo me lo pagaban-
En cada palabra me llenaba de historias, curiosidades y risas pero sobre todo sorpresa. Aun hoy, luego de tanto tiempo, sigo sin imaginar lo divertido que hubiera sido estar ahí con ella.
-Todas las mañanas me levantaba para ir a trabar- lo curioso es que jamás me dijo en qué lo hacía -rápida y que no se me fuera el tiempo, mi mamacita no me daba nada, nomas sacaba pa´lo que íbamos a comer y para comprar lo que hacía falta para mis hermanas chiquitas. Yo me salía desde temprano y cuando regresaba tenía escondida en mi bolsa unas medias nuevas o una pluma o un collar nuevo. No me importaba que fuera miércoles, yo esa noche me iba a ir de fiesta-
-Cuando mi mamá terminaba de darnos la comida y ya que había levantado todo corría a mi cuarto primero a dejar mis cosas nuevas y luego salía corriendo para poner mi agua a calentar. Primero limpia antes que salir- siempre fue muy vanidosa y comprobé que jamás se le quitó -Ponía agua de rosas en el agua caliente para oler rico. Luego salía de ahí corriendo para ponerme las nuevas medias que me había comprado, siempre negras, esas se ven más bonitas en las piernas. Tenía un vestido para la ocasión, De esos que dejan a los hombres con la boca abierta...-
-... De esos me gustaban a mi, pero pues no tenía tanto dinero para comprarme varios, así que con los que tenía me conformaba, pero uno era para esa ocasión. Era naranja y tenía unos "pelitos" colgando de el, como flequitos que adornaban el pecho y también tenía unas chaquiras cocidas que lo hacían brillar, no estaba muy corto pero tampoco era mojigata. Tenía suficiente altura para mostrar mis medias y si me giraba se alzaba tantito para enseñar el liguero del mismo color que el vestido-
Cada vez que la escuchaba hablar no podía evitar sonreír y asombrarme, sus historias llenaban de vida su casita y junto con el sabor del café con leche que nos daba para terminar el desayuno sus historias iban y venían entre risas, asombros y sorpresas.
-Ya vestida me sentaba frente a la mesa de noche que teníamos en el cuarto con el espejito frente a mi. Yo ya tenía mi hueso de chabacano bien quemado en la mesa y mi cepillito para hacerlo polvo. Le ponía aceite de almendra al cepillo y lo frotaba contra el hueso quemado, la pasta que se hacía me la ponía en las pestañas, me quedaban bien negras y paradas, también me ponía poquito en las cejas para que se vieran parejas, no mucho, pero quedaban negras también. Imagínate negras las pestañas y negra yo. Mis labios los pintaba con cuidado de rojo. Quedaban bien formaditos ya sabes, el corazón para el amor-
Cada vez que ella me decía lo del corazón para el amor volvía a mi casa a verme al espejo y contemplar si yo lo tenía también... ahora sé que lo tengo y sigo sin saber cómo pintarme los labios para darle la forma en que ella lo describía "Con cuidado, marcando la línea gruesa que tenemos y haciendo un piquito al labio de abajo para que se vea bien". Creo que siempre viviré con la duda.
-Tenía que arreglarme bien, el vestido y mi maquillaje no eran nada sin el peinado. Me agarraba un mechón de cabello y lo hacía rollito con las orquillas y me lo hacía para enfrente, total mi pelo igual era corto como ahora. Ya que se secaba le quitaba las orquillas y lo acomodaba al frente como diciendo "sígueme tarugo" y sí que me seguían. Los collares y las bandas en el cabello acompañada de mi pluma bien puesta y claro mis tacones. Bajitos para poder bailar toda la noche-
Todo un ritual de belleza que tenía, todo lo que a ella le gustaba y tanto tiempo que se dedicaba solo para verse bonita para ella -Si a mi me gusta lo que veo en el espejo con más razón le va a gustar a los "tarugos" que me vean- ella me enseñó lo que pocas personas lo hicieron, más vale la actitud que la belleza y ella lo supo desde siempre.
Jamás esperó que nadie la invitara a salir, ella siempre se iba al salón Ángeles o al salón México, de los que recuerdo. Sino salía a los cabarets de cerca del centro, donde la música de charlestón sonaba desde temprano y las bandas en vivo eran acaparadas solo por las risas de los jóvenes que salían en grupos a bailar -Antes no había malicia como ahora, tu podías llegar al salón como si nada, sentarte en las mesas o sillones y poco a poco ibas haciendo amigos, nada como ahora y si te querías ir con uno pues ya dependía de ti. Yo siempre escogía a los grandes, los que me podían llevar a pasear-
La sonrisa en su cara se ensanchaba cada vez que me platicaba eso y la mía se unía a la de ella cuando formaba parte de sus historias -Donde iba había una estación de bomberos, todos bien serios y todos pasaron por aquí- al decir eso se señalaba con esa sonrisa infantil de travesura. Lo decía sin miedos, sin penas. Orgullosa.
-A la hora de que llegaba al salón o al cabaret ya tenía a varios muchachos con los cuales bailar, había algunos que ya conocía y eso me ayudaba, total nomas iba a pocos salones y cabarets; antes se permitía fumar dentro y un capitán me enseñó las maravillas del buen tabaco. Así que yo estaba sentada a la mitad del sillón, en una mano mi copa con Coñac y en la otra un puro, a mi lado habían varios muchachos y muchachas divirtiéndose también. Yo no me iba a fijar en cualquiera, mis gustos eran caros, policías, capitanes, dueños de negocios, marinos. De esos que te compraban lo que querías-
Me contó también que en esas noches se iba con uno de sus amigos y a veces amanecía en playas o en puertos, con comerciantes o marines y que regresaba orgullosa a su casa tres o cinco días después con bolsas repletas de frutas y verduras o carnes y que su mamá la recibía a palos y aventándole todo lo que había traído pero que aquello valía la pena.
A ella no le interesaba casarse ni tener hijos, ella se divertía tanto o más que la primera vez que se escapó de su casa para ir a un cabaret, y eso buscó durante muchos años. Aún hoy la recuerdo con esa alegría y emoción al contarnos sus historias. Ella fue libre hasta que se cansó de serlo y volvió de sus viajes de libertad para comenzar una nueva etapa, ser pareja y madre. Jamás se casó, no lo vio necesario, ella amaba y era amada, fue suficiente para ella.
Esta historia salió de una anécdota, la mujer fue mi tía abuela nacida en 1908 y a la cuál recuerdo con admiración y amor. Ella aplicó la de "Ves ese cuerpecito, todo fue mío" refiriéndose al cuerpo de policía que había cerca de donde vivía. Mujer que vivió libre hasta el último suspiro. A ella con cariño Luz Moreno.
-Siéntate- me dijo cuando llegué de visita a su casa un domingo por la mañana, ella siempre nos recibía con la calidez de la familia y con aquella certidumbre de que todo está bien. El tiempo en su casa, si a eso le podemos llamar casa, se detenía por completo apenas al cerrar la puerta; vivía sola desde hacía mucho tiempo pero nada borraba la satisfacción y el orgullo de su rostro.
-¿Trajiste lo que te pedí?- era lo primero que te decía antes de un saludo; como siempre le dejábamos los ingredientes en la mesa, huevo, tomates, cilantro. Ella nos preparaba su chile/huevillo particular, poco picante porque eramos niños, muchos tomates y los huevos revueltos con un poco de sal y batidos con gracia en un plato viejo de porcelana. No tenía mucho dinero, es más vivía al día con lo que los demás de daban, sus hijos casi no la veían y la única que lo hacía tampoco podía contribuir mucho a mantenerla, por eso siempre tenía palomas, gallinas y pollos que criar y que mataría para celebrar su cumpleaños con un buen mole. Aún sueño con el pollo que me hizo pelar para celebrar uno de sus tantos cumpleaños.
Luego de nuestro desayuno venía la parte más impresionante de todo el domingo. Valía la pena levantarse temprano y no solo por el desayuno. Ella se sentaba en una de sus sillas, la mesa redonda hacía que todos nos viéramos y la cortina que separaba su cama de la mesa hacía que todo pareciera más pequeño pero cálido. Hay algunos olores guardados en tu memoria que te traen recuerdos, justo ese olor llegó a mi cuando menos lo esperaba inspirando a mi cerebro a recordar una de tantas historias que ella me contó.
-Cuando tenía quince años me escapé por primera vez- comenzó a decirme animada por comida recibida y acompañada del sonido de sus gallinas en el patio o el escándalo de sus palomas por querer salir de aquella jaula -Mi mamacita estaba cuidando a mis hermanas y tenía y tenía chamacos a cada rato. Nosotros nos habíamos venido de Querétaro para la ciudad después de que mi papá quisiera hacer más negocio, él se iba mucho tiempo y nos dejaba solas a mi mamá y mis hermanas para cuidar la casa. Él no sabía mucho, pero tenía inteligencia para hacer negocios y yo como chamaca que me iba a poner a ayudarle a mi mamá a criar a mis hermanas, para eso tenía a Cruz, ella sí que le ayudaba a mi mamá yo no. A mi me gustaba la música y bailar. Además la vida de antes era más dura para nosotras. Qué me iba yo a quedar esperando a mi papá para poder salir de paseo no, yo quería ver y conocer como él lo hacía.-
En esa historia ella me contó como se escapó de su casa y no volvió hasta pasados tres días, llegó con fruta y comida para su mamá y sus hermanas. Muchas veces se iba semanas o meses y así conoció varias partes de la República Mexicana, Durango, Veracrúz, Morelos, son los estados que me acuerdo me mencionó alguna vez, pero sé que fueron más, muchos más.
-Mi mamacita me agarraba a palazos cada que me iba por una semana y me aventaba toda la fruta y verdura que yo le llevaba, me gritaba de todo: "cochina" "pecadora" "mala hija". De los que me quiero acordar, pero ella y mi hermana mayor me veían mal porque me iba y no quería yo un marido. ¿a los 15 para qué quería uno?-
Esa pregunta también me la hago yo muchas veces ¿para qué quiere un marido tan pequeña? Sé que su mamá se casó muy pequeña, justo a la edad en que ella se escapó por primera vez, sé también que su padre no quiso la vida del campo para él y su familia y se las llevó por su estado hasta llegar a la capital. Ellos no tuvieron tanto dinero, quizá por ignorancia o quizá por el abuso de los "letrados" que manejaban el patrimonio de un introductor de ganado, pero a ella no le hacía falta -¿Para qué si yo trabajaba? y cuando no, todo me lo pagaban-
En cada palabra me llenaba de historias, curiosidades y risas pero sobre todo sorpresa. Aun hoy, luego de tanto tiempo, sigo sin imaginar lo divertido que hubiera sido estar ahí con ella.
-Todas las mañanas me levantaba para ir a trabar- lo curioso es que jamás me dijo en qué lo hacía -rápida y que no se me fuera el tiempo, mi mamacita no me daba nada, nomas sacaba pa´lo que íbamos a comer y para comprar lo que hacía falta para mis hermanas chiquitas. Yo me salía desde temprano y cuando regresaba tenía escondida en mi bolsa unas medias nuevas o una pluma o un collar nuevo. No me importaba que fuera miércoles, yo esa noche me iba a ir de fiesta-
-Cuando mi mamá terminaba de darnos la comida y ya que había levantado todo corría a mi cuarto primero a dejar mis cosas nuevas y luego salía corriendo para poner mi agua a calentar. Primero limpia antes que salir- siempre fue muy vanidosa y comprobé que jamás se le quitó -Ponía agua de rosas en el agua caliente para oler rico. Luego salía de ahí corriendo para ponerme las nuevas medias que me había comprado, siempre negras, esas se ven más bonitas en las piernas. Tenía un vestido para la ocasión, De esos que dejan a los hombres con la boca abierta...-
-... De esos me gustaban a mi, pero pues no tenía tanto dinero para comprarme varios, así que con los que tenía me conformaba, pero uno era para esa ocasión. Era naranja y tenía unos "pelitos" colgando de el, como flequitos que adornaban el pecho y también tenía unas chaquiras cocidas que lo hacían brillar, no estaba muy corto pero tampoco era mojigata. Tenía suficiente altura para mostrar mis medias y si me giraba se alzaba tantito para enseñar el liguero del mismo color que el vestido-
Cada vez que la escuchaba hablar no podía evitar sonreír y asombrarme, sus historias llenaban de vida su casita y junto con el sabor del café con leche que nos daba para terminar el desayuno sus historias iban y venían entre risas, asombros y sorpresas.
-Ya vestida me sentaba frente a la mesa de noche que teníamos en el cuarto con el espejito frente a mi. Yo ya tenía mi hueso de chabacano bien quemado en la mesa y mi cepillito para hacerlo polvo. Le ponía aceite de almendra al cepillo y lo frotaba contra el hueso quemado, la pasta que se hacía me la ponía en las pestañas, me quedaban bien negras y paradas, también me ponía poquito en las cejas para que se vieran parejas, no mucho, pero quedaban negras también. Imagínate negras las pestañas y negra yo. Mis labios los pintaba con cuidado de rojo. Quedaban bien formaditos ya sabes, el corazón para el amor-
Cada vez que ella me decía lo del corazón para el amor volvía a mi casa a verme al espejo y contemplar si yo lo tenía también... ahora sé que lo tengo y sigo sin saber cómo pintarme los labios para darle la forma en que ella lo describía "Con cuidado, marcando la línea gruesa que tenemos y haciendo un piquito al labio de abajo para que se vea bien". Creo que siempre viviré con la duda.
-Tenía que arreglarme bien, el vestido y mi maquillaje no eran nada sin el peinado. Me agarraba un mechón de cabello y lo hacía rollito con las orquillas y me lo hacía para enfrente, total mi pelo igual era corto como ahora. Ya que se secaba le quitaba las orquillas y lo acomodaba al frente como diciendo "sígueme tarugo" y sí que me seguían. Los collares y las bandas en el cabello acompañada de mi pluma bien puesta y claro mis tacones. Bajitos para poder bailar toda la noche-
Todo un ritual de belleza que tenía, todo lo que a ella le gustaba y tanto tiempo que se dedicaba solo para verse bonita para ella -Si a mi me gusta lo que veo en el espejo con más razón le va a gustar a los "tarugos" que me vean- ella me enseñó lo que pocas personas lo hicieron, más vale la actitud que la belleza y ella lo supo desde siempre.
Jamás esperó que nadie la invitara a salir, ella siempre se iba al salón Ángeles o al salón México, de los que recuerdo. Sino salía a los cabarets de cerca del centro, donde la música de charlestón sonaba desde temprano y las bandas en vivo eran acaparadas solo por las risas de los jóvenes que salían en grupos a bailar -Antes no había malicia como ahora, tu podías llegar al salón como si nada, sentarte en las mesas o sillones y poco a poco ibas haciendo amigos, nada como ahora y si te querías ir con uno pues ya dependía de ti. Yo siempre escogía a los grandes, los que me podían llevar a pasear-
La sonrisa en su cara se ensanchaba cada vez que me platicaba eso y la mía se unía a la de ella cuando formaba parte de sus historias -Donde iba había una estación de bomberos, todos bien serios y todos pasaron por aquí- al decir eso se señalaba con esa sonrisa infantil de travesura. Lo decía sin miedos, sin penas. Orgullosa.
-A la hora de que llegaba al salón o al cabaret ya tenía a varios muchachos con los cuales bailar, había algunos que ya conocía y eso me ayudaba, total nomas iba a pocos salones y cabarets; antes se permitía fumar dentro y un capitán me enseñó las maravillas del buen tabaco. Así que yo estaba sentada a la mitad del sillón, en una mano mi copa con Coñac y en la otra un puro, a mi lado habían varios muchachos y muchachas divirtiéndose también. Yo no me iba a fijar en cualquiera, mis gustos eran caros, policías, capitanes, dueños de negocios, marinos. De esos que te compraban lo que querías-
Me contó también que en esas noches se iba con uno de sus amigos y a veces amanecía en playas o en puertos, con comerciantes o marines y que regresaba orgullosa a su casa tres o cinco días después con bolsas repletas de frutas y verduras o carnes y que su mamá la recibía a palos y aventándole todo lo que había traído pero que aquello valía la pena.
A ella no le interesaba casarse ni tener hijos, ella se divertía tanto o más que la primera vez que se escapó de su casa para ir a un cabaret, y eso buscó durante muchos años. Aún hoy la recuerdo con esa alegría y emoción al contarnos sus historias. Ella fue libre hasta que se cansó de serlo y volvió de sus viajes de libertad para comenzar una nueva etapa, ser pareja y madre. Jamás se casó, no lo vio necesario, ella amaba y era amada, fue suficiente para ella.
Esta historia salió de una anécdota, la mujer fue mi tía abuela nacida en 1908 y a la cuál recuerdo con admiración y amor. Ella aplicó la de "Ves ese cuerpecito, todo fue mío" refiriéndose al cuerpo de policía que había cerca de donde vivía. Mujer que vivió libre hasta el último suspiro. A ella con cariño Luz Moreno.
Efectivamente el casarse no es necesario cuando se quiere estar con una persona.
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