Micro cuentos - Iniciación
LLεɢα εʟ мσмεптσ εп ǫυε тσɔσ нσмвяε σ
мυנεя
ɔεcıɔε ƨυ ғυтυяσ...
Natascha estaba en un rincón de la sala acomodada con varios libros a su alrededor, ya era costumbre verla de esa manera, encogida en un rincón entretenida o repasando en voz alta las pronunciaciones del idioma que estudiaba en ese momento. La música francesa sonaba dando un aire cálido.
Era su décimo octavo cumpleaños y había recibido una colección de discos nuevos y un par de libros interesantes acerca del arte moderno. Sus padres la habían observado y habían visto en ella gran potencial por su manera rápida de pensar, le gustaba mucho analizar cada situación que se le presentaba y por eso mismo contaba con una gran astucia. Dotada también de gran belleza la tercera hermana era una pieza que los mayores en la familia no querían desperdiciar.
-Levántate Tascha, ya no tienes 10 años- la voz de su madre la hizo salir de su ensoñación. De inmediato su madre caminó hasta el equipo de sonido y quitó la música, a Natascha le pareció algo rudo pero negó volviendo a sus libros -Natascha levántate, Saldremos hoy- dicho esto salió de la sala dejando a la chica en silencio y con una idea de lo que vendría.
Como no salió a la primera entró la mayor de las hermanas hasta donde ella estaba -Luego vienes a tus libros, esto es importante- comentó jalándola de la muñeca y haciendo que ambas se dirigieran hasta una de las habitaciones; en ella estaba su madre y todas sus hermanas, había vestidos de todos los tamaños. No supo en qué momento se quedó en ropa interior mientras las demás mujeres la preparaban arreglando su maquillaje, peinándola y colocándole un hermoso vestido negro corto -Ves ahora pareces una mujer Goldschmidt- ese comentario de su madre la hizo negar fastidiada, pero al verse en el espejo no pudo evitar sentir esa fuerza que veía en sus hermanas, para la familia los vestidos se habían vuelto parte del uniforme de trabajo, así sentía la fuerza de sus hermanas.
A las 6 en punto salió con su madre y hermana mayor de la casa, ellas no le decían ni una sola palabra, todo estaba en silencio y Natascha solo tarareaba una canción vieja. El camino se hizo corto, no sabía dónde estaba y no sabía si era propiedad de la familia, pero su madre y su hermana la hicieron bajar del auto y luego de darle su bolso le indicaron que caminara dentro del edificio. Tomó aire y caminó con paso firme viendo todo a su alrededor, a ver si conocía donde estaba o si había algún logo de su familia.
Una mujer la recibió apenas sonriente y la dirigió por uno pasillo largo hasta una puerta gris cerrada -Entre señorita- Tascha entró con manos temblorosas, hasta ese momento no había recibido ninguna instrucción y sabía perfecto a que se dedicaba su familia; al abrir la puerta vio a los mayores de su familia, su padre y abuelo ahí -¿por qué no hay mujeres?- preguntó de inmediato viendo con firmeza a su abuelo que encabezaba la mesa familiar.
-Ya sabes por qué estás aquí Natascha- le dijo el patriarca con voz ronca y sosteniéndole la mirada -Es momento de ordenarte- la joven miró frente a ella, en la mesa estaba una daga filosa y un recipiente con una imagen del santo de la familia, no pudo evitar tragar saliva, además había una veladora encendida esperando por ella. El abuelo se levantó y caminó hasta estar cerca de ella, tomó la daga y estiró la mano contraria.
Natascha dudó -¿Qué esperas niña?- soltó su abuelo y la joven miró de inmediato a su padre, este le respondió la mirada con frialdad al ver que había dudado. En ese momento ella estiró la mano izquierda dejando que el abuelo hiciera un corte en diagonal sobre la palma. La menor alzó el rostro y no emitió ni un sonido. Sus ojos se cristalizaron al sentir el filo pero no permitió más. Llevó la mano a la imagen del santo y la empapó con su sangre, enseguida la tomó y la llevó a la veladora para que comenzara a arder.
𝚀𝚞𝚎 𝚖𝚒 𝚌𝚊𝚛𝚗𝚎 𝚊𝚛𝚍𝚊 𝚌𝚘𝚖𝚘 𝚎𝚜𝚝𝚊 𝚒𝚖𝚊𝚐𝚎𝚗 𝚙𝚒𝚊𝚍𝚘𝚜𝚊 𝚜𝚒𝚗𝚘 𝚛𝚎𝚜𝚙𝚎𝚝𝚘 𝚖𝚒 𝚓𝚞𝚛𝚊𝚖𝚎𝚗𝚝𝚘.
Las palabras salieron de su boca con calma, firmes al hablar. Luego de que la imagen se quemó frente a todos, la familia se acercó a ella. Su abuelo puso la mano en su hombro y se dirigió a todos los demás -Nos reunimos aquí para aceptar nuevos miembros- en ese momento se giró hasta la menor -Ahora estás ingresando en la honorable familia, la cual escoge hombres y mujeres de valor y lealtad. Entras vivo y sales muerto. La pistola y el puñal son los instrumentos mediante los cuales vives o mueres. La familia está antes que cualquier cosa en la vida. Levanta tu dedo y has brotar tu sangre, a partir de ahora somos uno hasta la muerte.-
Luego de eso, todos los miembros de la familia se acercaron a ella dándole palmadas en los hombros o en la cabeza felicitándola por su nuevo ingreso a la familia. Ahora era un miembro más y sabía que no podría quedarse atrás. Su padre se acercó y dándole un pañuelo blanco para que envuelva su mano le susurró -No vuelvas a dudar jamás, la familia es lo más importante para ti ahora, no me decepciones- besó su frente y dejó que la menor volviera por donde vino, para luego celebrar con su familia a una integrante más de la familia.
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