Soñando contigo - MICROCUENTOS
Despierto sola en la cama del hostal donde me estoy hospedando, es interesante como es que estando tan rodeada de gente me encuentre tan sola, simplemente sola, pensando en una sola cosa: tú. Mi cuerpo tiembla, mi respiración se agita y cada parte de mi ser grita tu nombre tan fuerte que temo despertar a los vecinos.
Me giro quedando de espaldas mirando el techo, vaya vacío; de nuevo mi cuerpo te grita, suplica tu presencia tal y como la primera vez que estuve entre tus brazos. Mis manos se mueven solas mientras mi mente me traiciona recordando justo el primer día en que estuve contigo.
Estaba asustada, agitada y mirando cada movimiento que tu hacías y, al parecer, estabas tan asustado como yo. Las primeras veces son importantes y vaya que ahora lo comprendo. Cierro los ojos, mis manos recorren mis senos bajando por mi estómago, eres tú quien me toca, quien recorre mi piel erizada y hace que de mi boca salga aquel sutil jadeo.
Lo recuerdo bien, sentados en la sala, mirando una aburrida película (pretexto perfecto) a la que no poníamos atención, de pronto te levantaste y después de besarme me arrastraste a tu habitación, era la primera vez que la veía... volviste a besarme, esta vez tus manos recorrían mi cuerpo, marcando mi silueta con ellas, la piel se me erizó, cada beso hacía que mi respiración creciera, mis manos recorrían tu espalda y se sujetaban a tu cuello mientras que tú me tomabas por la cadera acercándome a tu cuerpo para frotarlo contra mi. Mis manos bajaron un poco más...
Sin darme cuenta quedé atrapada entre la pared y tú, tus manos recorrían mi cuerpo, no dejaste nada sin tocar, mis senos fueron estrujados por tus fuertes manos, mis labios eran devorados por los tuyos, mi cuerpo reconocía el placer que eso significaba. Pronto me tenías desnuda, yo era pequeña, pero en tus ojos me vi grande, vi el deseo en ti. Me hiciste vibrar con solo verme. Hice lo mismo, recorrí tu cuerpo con mis manos sin dejar un espacio vacío, quitando cada prenda que llevabas puesta y dejando besos regados mientras lo hacía, jamás pensé que la mezcla de dulce y sal me supiera tan bien, tan única.
Desnudos fuimos a la cama, entre sonrisas y miradas, ninguna palabra. Ambos temblábamos, tus ojos se concentraron en mi, en mis senos, en mi centro, yo solo miraba como recorrías mi cuerpo. Tome aliento cuando abriste mis piernas y te quedaste contemplándome, era nuevo, era un juego. Con la piel erizada me tomaste, al principio con suavidad, haciendo que cada parte de mi cuerpo se abriera, que el dolor se olvidara, que el placer entrara junto contigo. Mi boca gritaba tu nombre, mi cuerpo te seguía, mi centro pedía explotar, tu cuerpo encajado en el mío estaba tenso, tu mandíbula apretada y con aquella cínica sonrisa que te caracteriza bastante bien. Los besos se hicieron más frecuentes, calientes, rápidos, las mordidas, las uñas en la espalda, recuerdo besar tu quijada, morder tu hombro, gritar tu nombre... Explotar... Y hoy mi cuerpo te sigue recordando, sigue gritando tu nombre, pidiendo que estés aquí; hoy mi piel se eriza, mi cuerpo tiembla y mi boca sigue jadeando tu nombre

Comentarios
Publicar un comentario