Alfileres rojos
—¿Me crees tan estúpido Joe?— la voz de Jude resonaba por lo alto de la habitación, incluso más alto que la música del bar —Blair es un maldito intocable, ni yo soy tan imbécil.
Los ojos de Joe escanearon el semblante de Jude, parte por parte intentando descubrir por alguna parte la mentira, pero le fue imposible, o era un excelente mentiroso o decía la verdad, así que no le quedó más remedio que confiar en él y alejarse de él. Una vez libre, Jude se frotó el cuello como aliviando el “dolor” que el mayor le pudo causar, aunque siendo sinceros, solo lo había sujetado con la fuerza necesaria para inmovilizarlo, no para hacerle daño, sin embargo al inglés le gustaba exagerar de vez en cuando.
—¿Seguro no sabes nada?— Jude debía admitir que el mayor se escuchaba preocupado, nunca nadie actuaba sin que Hassel lo indicara y no había muerte que no controlara aquel hombre —El jefe está descontrolado, Blair era el siguiente objetivo y ahora está en custodia porque lo hacen responsable, están haciendo cacería
El rostro de Jude se volvió duro, la última vez que hubo cacería uno de sus buenos amigos murió en ella, aunque sabía que Capheus se lo había buscado, no le gustó la manera en la que terminó: Colgado de una de las antenas telefónicas con los testículos cortados y un letrero con el nombre de los siguientes, sinceramente no le gustaría acabar como él. Negó ante las palabras de su amigo y le mostró las fotografías que se había tomado ese día con una pequeña rubia, incluso había una fotografía de ellos en una habitación de hotel.
—Créeme, esa lolita ocupó todo mi jodido día— la sonrisa de triunfo en el rostro del inglés se contagió al hombre frente a él, Joe sabía de las historias de Jude y las mujeres así que se relajó por completo sentándose sobre unas cajas de cervezas, sacó un cigarrillo y lo encendió después de ofrecerle al contrario uno.
—Dicen que fue sangriento— la voz de Joe ardía pero Jude no podía identificar si era de miedo, ansiedad o éxtasis —Uno de los puercos que entró vomitó apenas vio los sesos en la pared y en la cama— una nueva calada al cigarrillo —Pero lo diferente es que le clavaron alfileres en el pecho
—¿Alfileres?— el rostro de Jude volvió a cambiar, era incredulidad pura ¿Quién tenía tiempo de clavarle alfileres?
Joe sacó su móvil entre calada y calada, buscó en las imágenes y le entregó el móvil al contrario, Jude miró con atención la fotografía que uno de sus topos en la policía les había mandado. En efecto, la mujer tenía alfileres clavados en el pecho, y esos pequeños pinchos de metal formaban un corazón, no pudo evitar reír con sorna cuando le entregó el móvil.
—Ese hijo de puta tuvo todo el tiempo del mundo para hacerlo— soltó comenzando a apilar cajas de cervezas vacías y llenas por toda la bodega —parece un lío de faldas.
Por un momento ambos se quedaron en silencio, Jude iba de un lado a otro apilando cajas, revisando si las botellas estaban llenas o vacías y poniendo aquello en órden. Aquello no fue ordenado por Hassel pero sí fue bastante estudiado y calculado.
—Pues el jefe buscará al culpable y será mejor que lo encuentre la policía primero— ambos se rieron, con un poco de amargura pero risa al final —¿Imagina cuánto dinero le dieron al maldito?
—Jude— una voz femenina interrumpió aquella plática —te necesitan afuera unos tipos están poniéndose enojados
El inglés asintió al comentario de su compañera de trabajo diciéndole que en un momento más iría, Joe se levantó de las cajas y estiró su cuerpo para relajar la tensión en él.
—No seas un mamón con los salvajes— dijo despidiéndose de su amigo y saliendo del lugar insultando a Jude a modo de broma y Jude le respondió igual mientras salía en camino al bar para calmar al grupo de personas que se había puesto impertinente en el bar.
Una vez calmado el lugar regresó a la bodega donde estaba trabajando, miró el resto de cajas sin revisar y volvió a su tarea hasta que la chica que le había avisado del problema llegó, ambos sonrieron y él le hizo una seña con la cabeza, enseguida ambos estaban besándose, sus manos recorrían el cuerpo del contrario con aquella urgencia de saciar sus cuerpos, la ropa iba estorbaba y ambos lo sabía porque sus manos hurgaban por debajo de esta con un solo fin, sacarla del cuerpo.
—¿Traes protección?— entre besos la mujer sacó la chamarra del mayor aventándola al suelo haciendo que todo lo que traía saliera volando: un reloj, su cartera, una pluma y algunos alfileres metálicos…
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