¿POR QUÉ?

 Me acuerdo cuando la conocí, ni siquiera había notado que llevaba ya más de media hora mirándome. Ella estaba de pie al final de la escalera cuando yo apenas llegaba, achique mis ojos intentando enfocar mi vista, un tanto para no caerme y otro para identificar los rostros, qué increíble resulta la vida, yo la estaba buscando por todas partes y ella ya me tenía en la mira; no sé si sea la vida o mi poca vista lo que me resulta increíble.


Me acuerdo que su sonrisa calentó mi alma apenas la vi, movía su mano de un lado a otro con efusividad, negando entre risas al notar aquel gesto tan mío: ceño fruncido y ojos achicados, no porque estuviera de malas, esa ha sido la forma que he tenido para intentar ver más allá de mi nariz sin las gafas, esas que tanto insistía en que usara pues, según ella, me daban esa personalidad tan única. Me acuerdo que cuando por fin la noté corrí a su encuentro con una sonrisa en el rostro y una pregunta en los labios. 


Me acuerdo también cuando nos besamos por primera vez, la torpeza estaba tan instalada en mi que el simple choque de bocas hizo que nos golpeamos en lugar de besarnos, además aquella tarde la invité a desayunar en la noche. Tal vez waffles le dije, mientras ella me miraba con una interrogación marcada en el rostro, cuántas risas no sacamos aquella vez, fingiendo una simple amistad, cuando en realidad, éramos un par de personas enamorándonos por primera vez. 


Me acuerdo que ella me pidió una oportunidad y yo, tan torpe como siempre, dije que sí a cambio de una moneda, una moneda de chocolate que tenía en su mano, ni siquiera me gusta el chocolate, solo lo cambié por aquella torpeza pues, con toda sinceridad, no sabía cómo responder aquel cuestionamiento, los nervios me invadían, las manos me sudaban y el corazón se aceleraba a cada segundo que sus ojos estaban puestos en mi. Después fue un beso, uno largo, suave y calmado que me había elevado al cielo y de vuelta a la tierra ¿Así es el amor? Vaya fenómeno. 


Me acuerdo de cuando sucumbimos al deseo, los besos llegaron sin siquiera comprenderlo, las manos pasearon libres explorando nuestros cuerpos, el calor, el sabor, el aroma, todo eso era embriagante, estaba en trance. Me di el tiempo de recorrerla a placer, conociendo cada rincón, cada marca, cada cicatriz, llenando mis recuerdos con su aroma; aroma que sé permanecerá en mi memoria por el resto de mi vida. Susurros, risas y jadeos me llevan a esa noche, nuestros cuerpos siendo uno sin tabús, sin límites, sin prejuicios, éramos solo dos personas que jugaban a explorar un mundo nuevo dentro de las pupilas del contrario. 


Me acuerdo cuando peleamos, los desacuerdos fueron llegando uno a uno, descubriendo que tan similares no éramos, sabiendo que esas diferencias serían el principal parteaguas para seguir. Y al mismo tiempo, me acuerdo de las soluciones, risas, palabras suaves, disculpas adquiridas que salían de mi boca sin esperar nada a cambio porque, con sinceridad ¿Para qué necesitaba respuestas de su parte si yo podía con todo?


Me acuerdo de nuestros reencuentros, los abrazos mezclándose con su aroma, las palabras dulces y caricias seductoras, lo dulce de sus labios y lo profundo de su mirada, todo acompañando mis palabras, haciendo eco en mi corazón y llenando mi alma. Nada me hacía más feliz que eso, que verla, que estar con ella.


Me acuerdo cuánto tiempo pasaba en el bus viajando a verla, tres horas era poco cuando el tránsito no hacía de las suyas, una línea de subterráneo, un bus y una gran caminata, nada me hacía más feliz que eso, pues el camino iba acompañado de música a pesar de tener que esconderse detrás de una fachada de delincuente, pues con el ceño fruncido y las hoodies negras cubriendo un cabello teñido de azul más parecía eso que persona decente.Ser consciente de viajar hasta allá me hacía disfrutar mi entorno, leer hasta aburrirme, dormir mientras llegaba y pensar, pensar, pensar…


Me acuerdo de las palabras, esas que me llevaban al cielo y luego, efectivamente, me devuelven a la tierra a veces con un golpe en la cabeza, otras tal vez con solo el ego o los ojos maltratados, pero no era siempre, no. Muchas veces me subía al cielo diciéndome lo mucho que me amaba y mis bondades, virtudes y bellezas, haciéndome sentir en alto, con la espalda erguida y con ella a mi lado, o atrás, o al frente.


Me acuerdo de mis silencios, esos que marcaron su pasado y que usa en su presente. Silencios que me ayudaron a reflexionar sobre lo que me merecía, silencios acompañados de su voz en alto, sacando esos reflejos familiares que me hacían cuestionar mi propia existencia, mis costumbres y maneras. Así que lo modificaba, no todo, no siempre, solo algunas veces, cuando estaba con su familia y en la cama y en la ducha… y en la calle.


Me acuerdo de los vacíos, de las horas en vela esperando una llamada, un mensaje, algo. De los vacíos a su lado, de estar sonriendo y al siguiente instante en completa seriedad, solo contemplando al frente como ella, sin expresiones para no molestar. Me acuerdo jugando con mis manos sobre la ropa, buscando pelusas en la nada, platicando con la frialdad de su presencia o lo duro de su ausencia, no lo sé.


Me acuerdo de perderme entre zumbidos, los latidos de mi corazón acelerado alertándome sobre lo que había pasado, y sin estar presente, no sé qué superpoder sea ese, pero como me jodió la vida en ese instante. Mi garganta estaba seca, tenía un hueco en el estómago y una voz en mi interior que gritaba en pánico, pero mi cara conservaba su forma, la seriedad era parte del momento dicen los que me vieron, la verdad, solo me acuerdo de los zumbidos mientras iba cayendo, aunque con sinceridad no sé a dónde caí, ni como llegué a aquel lugar lleno de batas blancas, aroma a cloro y personas sin rostro que murmuran cosas frente a ti sin darte explicaciones.


Me acuerdo del miedo, de la bruma, del sinsentido, de la luz en mi rostro y las manos en mi cuerpo, todo como si fuera una película y yo lo estuviera viendo de lejos y en cámara lenta, más lenta de lo que me gustaría entender, aún hoy me cuesta trabajo ver más allá de aquellas escenas, de entender las situaciones, de escuchar “estuvo cerca”, la verdad no me acuerdo de lo demás y lucho con todas mis fuerzas para entender, para recordar, pero no, aún no hay nada.


Me acuerdo de las miradas, de la lástima, de la dureza, de las palabras que dijeron luego de eso, de hacerme entender que todo había sido una mala jugada, algo sin importancia ¿Y por qué me sentía tan impotente? ¿Por qué dolía? ¿Por qué mi mente no dejaba que durmiera más de 4 horas seguidas sin hacerme frente? ¿Por qué había más preguntas que respuestas? ¿Por qué…?


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