Una sola razón
A veces llegas a un punto en tú vida donde no hay más. Ese punto sin retorno donde no puedes ser la misma niña joven, tonta o ingenua de las películas holliwoodenses, ese punto donde tienes que enfrentarte a la vida.
La mayoría de las personas te dirán que es algo grandioso, que es una gran elección y que debes hacer lo que te haga feliz, pero que te deje mucho dinero para poder solventar tus necesidades básicas. También te dicen que debes disfrutar la vida porque es muy corta. Bien, eso te lo dicen cuando cumples 18 y empiezas tu camino, buscar a que te vas a dedicar, en que vas a perder el tiempo, que es lo que te hace feliz. Pero ¿qué pasa cuando han pasado 10 años y a pesar de todo lo que has hecho no encuentras el rumbo?
Uno no nace siendo experto de la vida, uno no puede agarrar sus cosas y dejarlo todo sin meditar en las consecuencias, uno está acostumbrado a hacer las cosas que le marcaron. Sé que podría irme sin ningún problema, tomar el poco dinero que tengo y lanzarme a la aventura, vaya 28 años y sigo tratando de entender que es lo que me hace feliz. A veces uno pierde el sentido de la vida, si es que alguna vez tiene sentido... y es aquí donde te llegan las frases mágicas de las personas, familia y amigos que se creen más capacitados que tú y te dan un consejo que, al parecer, a ellos les funcionó. Ya no tienes 20, ¿qué vas a hacer de ti? ¿y los hijos? ¿y el marido? venimos a trascender a través de los hijos ¿tú para cuando? Yo lo digo por ti, porque me preocupa tu futuro. No puedes abandonar todo lo que te rodea y salir por un sueño utópico. Algo que no te va a dejar una buena vida a futuro.
Futuro, futuro, futuro. Es lo único que escucho últimamente. La palabra futuro ronda por mi mente y le da tantas vueltas. Como si terminar una relación larga, muy larga, no fuera suficiente. Cómo si la presión social por encontrarme no fuera ya insana para mi mente. Cómo si estar en la antesala de los 30 no me dijera que la vida se me está acabando, en lugar de comenzando... ¿por qué? Porque muchas grandes personas que me rodean ya tienen familias, hijos, trabajos prósperos y yo sigo sentada en mi cama pensando qué es lo que me hace feliz.
Uno cree que los caminos se van abriendo y que la depresión, que no es considerada una enfermedad letal en mi familia, no es suficiente motivo para detener una vida y enfermarte a cada instante. Porque claro, las defensas bajas a pesar de todo lo bien alimentada, el ejercicio y la vida sana son producto de una deficiencia química más que una psicológica. Porque la depresión o las defensas bajas son las causantes de que no quiera ni levantarme por las mañanas y que la motivación que tenía hace algunos años ya no esté y me sienta completamente perdida al respecto.
No es que me vaya a ir hacía el camino de las drogas, no soy tan valiente. Solo ha llegado el momento de mi vida donde me encuentro estancada, perdida.
En una encrucijada, animándome con romances de ensueño que bien podrían romperme el corazón al primer cambio o bien con cariños conformistas por miedo a quedarme sola en los finales de mis 20´s. Me han dicho que tengo miedo, que soy cobarde, que busque ayuda. Pero que más ayuda que un terapeuta diciéndome lo que ya sé. Para ser feliz conmigo debo aceptarme como soy y quererme como soy y hacer aquello que me haga feliz. Pero, todo me lo dieron. No me esforcé por nada en los últimos 4 años de mi vida, soy floja para eso y la flojera es la que me está deteniendo. Todas esas cosas ya las sé. Lo que no sé con certeza es, qué es lo que me hará tomar las riendas de mi vida, sigo siendo la niña pequeña que requiere la aprobación de todos para sentir que hace las cosas bien. Sigo siendo esa pequeña niña que busca la miren con desesperación, aún sigo creyendo que lo que les hace felices a los demás tendría que hacerme feliz a mi.
Por eso permití tantas cosas, abusos, bajones, lloraderas. Hasta ahora sé que no me arrepiento de nada, no cambiaría nada, pero si supiera lo que hoy sé, tampoco hubiera huido de nada. Vivo en una constante inseguridad y miedo a decir no. Tal vez sea solo un gran drama hormonal como el que nos da a todos una vez. Tal vez tenga que requerir ayuda psicológica primero o solo necesite encontrar ese pedacito de fuerza, que creo lo encontré, pero me da miedo que me rompa en mil pedazos.
Esto, como todo lo que he escrito, solo es el desahogo de una mente llena de dudas, reflexiones y futuro. Ansiedad se llama; lo que sé, es que tengo dos grandes cosas por hacer: Una es sacudir toda mi flojera y salir de la zona de confort y seguridad en la que estoy metida y la otra es aprender a decir NO, no quiero esto, no me gusta esto, no me gustas tú, no quiero esto para mi. Vivir, ser libre de mis propias cadenas. Arriesgarme y crecer. Por una sola razón... YO
La mayoría de las personas te dirán que es algo grandioso, que es una gran elección y que debes hacer lo que te haga feliz, pero que te deje mucho dinero para poder solventar tus necesidades básicas. También te dicen que debes disfrutar la vida porque es muy corta. Bien, eso te lo dicen cuando cumples 18 y empiezas tu camino, buscar a que te vas a dedicar, en que vas a perder el tiempo, que es lo que te hace feliz. Pero ¿qué pasa cuando han pasado 10 años y a pesar de todo lo que has hecho no encuentras el rumbo?
Uno no nace siendo experto de la vida, uno no puede agarrar sus cosas y dejarlo todo sin meditar en las consecuencias, uno está acostumbrado a hacer las cosas que le marcaron. Sé que podría irme sin ningún problema, tomar el poco dinero que tengo y lanzarme a la aventura, vaya 28 años y sigo tratando de entender que es lo que me hace feliz. A veces uno pierde el sentido de la vida, si es que alguna vez tiene sentido... y es aquí donde te llegan las frases mágicas de las personas, familia y amigos que se creen más capacitados que tú y te dan un consejo que, al parecer, a ellos les funcionó. Ya no tienes 20, ¿qué vas a hacer de ti? ¿y los hijos? ¿y el marido? venimos a trascender a través de los hijos ¿tú para cuando? Yo lo digo por ti, porque me preocupa tu futuro. No puedes abandonar todo lo que te rodea y salir por un sueño utópico. Algo que no te va a dejar una buena vida a futuro.
Futuro, futuro, futuro. Es lo único que escucho últimamente. La palabra futuro ronda por mi mente y le da tantas vueltas. Como si terminar una relación larga, muy larga, no fuera suficiente. Cómo si la presión social por encontrarme no fuera ya insana para mi mente. Cómo si estar en la antesala de los 30 no me dijera que la vida se me está acabando, en lugar de comenzando... ¿por qué? Porque muchas grandes personas que me rodean ya tienen familias, hijos, trabajos prósperos y yo sigo sentada en mi cama pensando qué es lo que me hace feliz.
Uno cree que los caminos se van abriendo y que la depresión, que no es considerada una enfermedad letal en mi familia, no es suficiente motivo para detener una vida y enfermarte a cada instante. Porque claro, las defensas bajas a pesar de todo lo bien alimentada, el ejercicio y la vida sana son producto de una deficiencia química más que una psicológica. Porque la depresión o las defensas bajas son las causantes de que no quiera ni levantarme por las mañanas y que la motivación que tenía hace algunos años ya no esté y me sienta completamente perdida al respecto.
No es que me vaya a ir hacía el camino de las drogas, no soy tan valiente. Solo ha llegado el momento de mi vida donde me encuentro estancada, perdida.
En una encrucijada, animándome con romances de ensueño que bien podrían romperme el corazón al primer cambio o bien con cariños conformistas por miedo a quedarme sola en los finales de mis 20´s. Me han dicho que tengo miedo, que soy cobarde, que busque ayuda. Pero que más ayuda que un terapeuta diciéndome lo que ya sé. Para ser feliz conmigo debo aceptarme como soy y quererme como soy y hacer aquello que me haga feliz. Pero, todo me lo dieron. No me esforcé por nada en los últimos 4 años de mi vida, soy floja para eso y la flojera es la que me está deteniendo. Todas esas cosas ya las sé. Lo que no sé con certeza es, qué es lo que me hará tomar las riendas de mi vida, sigo siendo la niña pequeña que requiere la aprobación de todos para sentir que hace las cosas bien. Sigo siendo esa pequeña niña que busca la miren con desesperación, aún sigo creyendo que lo que les hace felices a los demás tendría que hacerme feliz a mi.
Por eso permití tantas cosas, abusos, bajones, lloraderas. Hasta ahora sé que no me arrepiento de nada, no cambiaría nada, pero si supiera lo que hoy sé, tampoco hubiera huido de nada. Vivo en una constante inseguridad y miedo a decir no. Tal vez sea solo un gran drama hormonal como el que nos da a todos una vez. Tal vez tenga que requerir ayuda psicológica primero o solo necesite encontrar ese pedacito de fuerza, que creo lo encontré, pero me da miedo que me rompa en mil pedazos.
Esto, como todo lo que he escrito, solo es el desahogo de una mente llena de dudas, reflexiones y futuro. Ansiedad se llama; lo que sé, es que tengo dos grandes cosas por hacer: Una es sacudir toda mi flojera y salir de la zona de confort y seguridad en la que estoy metida y la otra es aprender a decir NO, no quiero esto, no me gusta esto, no me gustas tú, no quiero esto para mi. Vivir, ser libre de mis propias cadenas. Arriesgarme y crecer. Por una sola razón... YO
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