Contrastes

 Ella, fruto dulce que llena mi boca con su sabor. Yo trago de amargura que contamina todo su entorno y sin embargo decidimos irnos a la cama una vez más.


Ella, hábil y graciosa, cada cosa que hace es tan delicada como ella misma y al mismo tiempo tan fuerte que estoy seguro nada puede romperla. Yo no, tropiezo con cada rincón que me encuentro, disculpándome cuando la fuerza del golpe llega a lastimarla.


Yo, devorador de historias y libros que invitan a soñar. Ella, bailarina de sueños, que contagia a los que la rodean y vuelve el más mínimo lugar un hogar.


Ella baila moviendo las caderas, yo no. Ni siquiera recuerdo haberme tomado el tiempo para aprender y cuando vamos a fiestas, me mira con aquellos ojos suplicantes señalando la pista con su mano, aunque no sé, de todos modos cedo.


A ella le gusta hablar, puede pasar horas enteras hablando, a mi no me gusta. Paso mis horas envuelto en letras, libros viejos y poesía barata, ella me entiende y termina siendo ella quien habla mientras yo la escucho interesado.


Ella tiene miles de anécdotas divertidas de sus años de escuela, suelo escucharla de noche mientras nos preparamos para irnos a dormir, yo por el contrario recuerdo mis días escolares y no veo amigos, anécdotas o las emociones que ella me comparte.


A ella le gusta la comida saludable, siempre estamos discutiendo sobre lo que prepararemos en la cena, a mi me gusta la comida chatarra. Soy feliz con hamburguesas y alitas que pueda devorar en el menor tiempo posible, porque solo así puedo sentir los sabores explotar en mi boca.


Yo soy toda furia escondida, dentro mío arden miles de recuerdos infantiles que me vuelven agresivo, ella es toda calma con ojos de paz que me envuelven y abrazan sin que yo pueda pensar.


A ella le gustan las películas, debo confesar que jamás he visto una película completa a su lado, siempre me giro en las partes más emocionantes solo para ver cómo disfruta de esta aunque ya la haya visto más de cinco veces. A mi no me gustan, sinceramente me aburren, yo prefiero los libros, ya lo he dicho, imaginar como serían los personajes y lo que viven para después contárselo mientras nos ponemos los pijamas.


Ella juega con los niños de su familia, les canta y los besa hasta que son los pequeños los que quieren salir huyendo de su tía, cada día me doy cuenta de cuanto desea tenerlos pero yo no. Me gusta nuestra intimidad y nuestra seguridad, además estoy seguro de que no podré ser un ejemplo de padre, después de todo no tuve modelos positivos.


Me gusta verla comer, con hábiles movimientos logra robarme trozos de carne o queso de mi plato, aprendí que son sus favoritos y, cada vez que comemos queso, suelo poner trozos extra para que ella pueda disfrutar sin problemas, aún no se da cuenta. Yo parezco niño pequeño, llevándome grandes porciones a la boca, llenando esta y haciendo que los sabores se mezclen y exploten juntos, a veces me dice que parezco el ratón de una película infantil.


Ella suele dormir en un espacio pequeño, casi no se mueve, solo cuando tiene frío recorre la cama hasta llegar a mi lado y exige que la abrace. Yo por el contrario, me muevo tanto que soy capaz de cruzar la cama en un instante, pero aprendí con ella que dormir abrazados me tranquiliza y que nadie me persigue, sinceramente ahora soy yo el que la busca aunque no haga frío.


Ella ha acomodado sus suéteres de tal forma que usa un color distinto cada día, me gustan los miércoles porque se pone el de mi color favorito. Yo suelo colgar de a dos por percha, pese a los regaños de que se pueden maltratar.


Ella es un volcán, un amor que no pude evitar, mis piernas tiemblan cuando la miro caminar hacía mí. Yo soy la brisa clandestina que llegó a calmar su fuego con solo mirarla, tan diferentes que aún no entiendo como ha funcionado.


Ella es la droga que me cambió la realidad, me estremece apenas roza mi piel, no importa si me pierdo en sus caderas, moriría con gusto antes de amanecer. Yo resulté ser el antídoto que necesitaba para calmar sus impulsos, aunque a veces me dice que soy mas droga que antídoto, pues no puede dejar de mirarme, quién lo diría...


Ella es luz, yo oscuridad y aún así nos complementamos, no solo en nuestro día a día, sino que también en nuestras noches mientras nos amamos en silencio. Que curioso, es el único momento donde ella es calmada y dócil y yo me transformo en el hombre salvaje que la hace ver el cielo con apenas rozar su piel.

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