PINTURAS DE SANGRE (Alerta de contenido sensible)

 No hay mayor placer que el de la caza, Tyler lo había aprendido rápido, ir en silencio estudiando cada movimiento de la presa era un pequeño placer, observar con paciencia y atacar en el momento adecuado le daba al norteamericano ese pequeño poder embriagante;Tyler se había hecho adicto a la adrenalina de cazar. El joven había sido contratado para un trabajo, uno que era valorado ya que él tenía la agilidad y limpieza de sus actos y porque, claro, Tyler le debía un favor a uno de los hombres más adinerados de aquel bajo mundo, así que no se pudo negar cuando vio la segunda parte de la misión, simplemente tragó saliva y asintió con aquel ceño fruncido; él jamás había hecho algo así y, siendo sincero, no sabía si se arrepentiría llegado el momento. 


El joven se dedicó a estudiar a su víctima por más de una semana; es increíble lo rápido que puedes conocer a las personas, su rutina, sus caminos y hasta los pequeños tics nerviosos cuando presienten que están en peligro. Esa era su parte favorita, él mismo se decía maniático al respecto, muchas veces incluso se decía loco, pero no cambiaría esa aventura, para nada. Cuando el periodo de investigación terminó Tyler ya tenía un plan, todo estaba cronometrado, los autos robados estaban escondidos y sus ayudantes dispuestos a colaborar, no habría fallas. 


Eran las 15:30 cuando Jude dio la orden, dos camionetas blancas sin ventanas arrancaron a toda velocidad, los hombres iban armados y con los rostros cubiertos; en la escuela se sembró el caos, hubo gritos, súplicas y llantos mientras él metía al joven a la camioneta y cerraba la puerta con violencia, luego un nuevo rechinido y arrancaron a toda velocidad. El chico, no mayor a los 15 años, respiraba con dificultad, en sus ojos se podía ver el terror, la sorpresa y las súplicas, pero a Jude no le importó, hacía tanto tiempo que él no tenía sentimientos que lo único que aquello provocaba era impaciencia. 


—Cúbranlo— le ordenó al hombre que le ataba las manos, este asintió y le cubrió el rostro también. Pobre chico, sudaba y había comenzado a llorar, después de todo aún era un niño ante aquellos hombres. 


En una de las calles cerradas de la ciudad bajaron a toda velocidad y cambiaron de auto. Dejaron las camionetas tiradas y se quitaron las cubiertas de la cara una vez que entraron a aquella camioneta familiar. El chico iba en el piso del asiento trasero, Jude llevaba el arma en la cabeza del joven y una advertencia en la boca “Un solo ruido y disparo”, pobre diablo, su suerte ya estaba echada y nadie lo salvaría.


Condujeron un par de horas saliendo de la ciudad, lo que harían necesitaba completa privacidad; de solo pensarlo a Jude se le revolvía el estómago, pero sabía perfectamente que era eso o que él acabara en su lugar.


La granja los recibió con el cielo en tonos rojizos, el aire era denso y el sonido de los cerdos les acompañaba mientras bajaban del auto y caminaban hasta aquel rastro poco moderno, el joven había dejado de llorar, pero saltaba con cualquier sonido por pequeño que fuera. 


—Buenas noches Jude— la voz de Hassan le hizo frenar en seco —veo que trajiste el material— el inglés asintió empujando al chico al frente para que su jefe pudiera verlo —Sí, justo como nuestro cliente lo encargó… ya sabes que hacer— El inglés no pudo evitar cerrar los ojos ante la última frase de su jefe, incluso a él le erizó la espalda la forma en que lo hizo, era frío, sin remordimiento alguno y, sobre todo, imperativo. 


Jude tomó al chico por el hombro y lo condujo hasta una de las estructuras metálicas que había en el centro, miró las cadenas y luego al niño respirando con dificultad. Tomó una de ellas y la ató en los pies del niño, le desató las manos y le ordenó quitarse la camiseta escolar; este obedeció temblando y se la entregó al inglés. 


—Siéntate— una pequeña cortesía de parte del mayor —que te sientes, carajo— lo vio sentarse temblando y solo cuando estuvo en el suelo accionó la máquina que jalaba la cadena. 


La máquina comenzó a jalar la cadena arrastrando al chico unos centímetros antes de suspenderlo en el aire, Jude pudo ver como luchaba por no ser alzado, sus músculos tensos y su rostro contraído de miedo; también lo vio con el pantalón mojado una vez que estuvo suspendido de cabeza frente a él. Respiró profundo, frente a su jefe no podía ser blando, él no quería estar en el lugar del niño; se dirigió por un balde limpio y lo colocó debajo del chico, se tomó su tiempo, como queriendo prolongar la vida del niño, mientras iba por el resto de los materiales; un par de guantes quirúrgicos, un sello hermético para el balde y un gran cuchillo afilado. 


El joven inglés levantó el cuchillo y de un rápido movimiento cortó el cuello del niño haciendo que la sangre saliera descontrolada hacia varios lados, luego fue cayendo al balde que había llevado; giró el rostro cuando el chico comenzó a moverse desesperado, su cuerpo estaba en tensión e intentó cubrirse el cuello con las manos pero no fue por mucho tiempo, la sangre caía a chorros. Jude no olvidará los sonidos del chico mientras se estaba desangrando, ni el sonido de las cadenas mientras su cuerpo se convulsionaba hasta el fin. Cuando no hubo más sonidos tomó aire y volvió a ver aquel cuerpo, pálido e inerte, colgado como cerdo en aquel matadero.


—Saldé mi deuda— giró hasta donde su jefe, en su mano derecha el cuchillo y en su ropa las manchas rojas, como cruel evidencia de lo que hizo.


—No Jude, ya no tienes salida— Hassan tronó los dedos y un par de hombres más se abalanzaron al cuerpo, parecían buitres abriendo y cortando, sacando cada órgano funcional y metiéndolo en contenedores fríos —Ya sabes que hacer— le gruñó señalando el balde en el piso — Y Jude… límpiate. 


Ni siquiera hizo un guiño, Jude siguió en automático su labor, limpiarse, quemar la ropa manchada y tapar el balde y empaquetarlo, subir a su auto y conducir otras dos horas de vuelta a la ciudad. Para entonces todos estaban alertados, las estaciones de radio hablaban del secuestro y los policías rondaban la ciudad, todo era un escándalo y él atravesaba el caos con la mayor de las tranquilidades hasta llegar a su destino… no había pasado nada. 


—Entrega para el señor Annatelli

PINTURAS DE SANGRE

Comentarios

Entradas populares de este blog

CABALLO DE TROYA O CAMIÓN DE HELADOS

El tiempo todo lo resuelve