UTOPÍA ARCOIRIS
—¿Es en serio? —La voz de Maya se escuchaba lejos de la habitación, ella estaba terminando de guardar lo último que tenía en aquel baño, llevaba una bolsa llena de dentífrico, cepillos de dientes y jabones medianamente ocupados todos sin clasificar.
Su madre, había llegado recientemente con una gran caja de cartón pesada y la había puesto enmedio de la habitación esperando por su hija, quien caminaba apresurada repasando todo lo que tenía que llevar. Al entrar a aquella habitación la sonrisa de su madre le iluminó, dejó sus cosas a un lado de la cama y puso atención a la gran caja de cartón con un moño en color café, mismo que resaltaba en contraste con todo lo demás de su habitación.
Las paredes eran de un azul pastel muy claro, en ellas había varias manchas de azul turquesa junto a un azul marino como dándole profundida, su cama tenía bonitas mantas azul cielo que hacían juego con los almohadones, también sus muebles; un gran ropero en color azul índigo, con los marcos y manijas en azul royal que le daban un estilo bastatante elegante.
—Tienes que acostumbrarte mi niña— su madre, vestida de un azul prusia resaltaba sentada en aquella silla reclinable que tantas veces le había dado sostén a su ropa recién lavada y que tardaba en guardar —Mudarse es complicado, pero es por tu bien, subirás de estatus apenas te vean llegar—
Maya ya lo estaba dudando, ella había crecido en aquella ciudad, con amigos que la comprendían, toda su vida había navegado por aquellos tonos y ahora, doblando su ropa, dudaba si realmente había tomado la decisión correcta. Por un momento desechó la idea y se giró para ver el contenido de la caja de cartón azul con un moño café en ella.
Miró a su madre y luego a la caja quitando primero el moño, poniéndolo en la mesa color azul oxford y se dedicó a desembalar el contenido de esta. Al abrirla se dio cuenta de que era una valija de viaje, con manija y llantas en color azul, pero el cuerpo entero era de color café, Maya parpadeó un par de veces intentando comprender aquella situación.
—Ya te dije, es para que te acostumbres y no nos olvides— la madre comenzó a estar sentimental, sacó un pañuelo color azul bebé y limpió sus lágrimas, Maya no pudo contenerse más y se puso a llorar con ella. Aún sabíendo que aquello era por su bien, la sensación de angustia a lo desconocido no se iba de su pecho ni de su garganta.
No supo decir cuanto tiempo estuvieron abrazadas llorando aquella angustia por la separación, pero cuando se sintió lo suficientemente lista se separó para volver a su labor. Ir a su closet y sacar varias prendas en tonos azules, recordando hacía cuanto tiempo no usaba algunos sacos o algunos zapatos, mirando sus pantalones azul mezclilla y haciendo juego con blusas azul capri, mirando con melancolía aquellas prendas. También aprovechó para sacar algunas otras que para nada se las llevaría: unos leggins azul tiffany que le había regalado su abuela, un saco azul maya que para nada combinaba con su elegante vestido azul oxford o su pantalón azul cobalto que tanto le gustaba.
Todo lo fue meticulosamente doblado por ella y por su madre mientras platiaban de los últimos chismes familiares o de los conocidos alrededor de ellas y, cuando menos se lo esperó, todo lo que se iba a llevar ya lo tenía listo y guardado en la valija café. Sacó el aire, se miró al espejo por última vez, quien sabe cuando volvería a usar aquel chandal azul grisaseo que tanto le gustaba o esos lentes azul oscuro que hacían juego con el azul eléctrico de su cabello. Se giró de nuevo mirando a su madre y la abrazó por una última vez, luego ambas salieron juntas caminando por los pasillos hasta la puerta de su casa donde un auto marrón la esperaba.
—¿Crees que sea lo correcto?— preguntó Maya con la esperanza de que su madre le dijera que no, que debía regresar a la seguridad de su gran casa azul, con su habitación con paredes azul pastel y sus mantas azul cielo, no a un espacio que no conocía, ni siquiera sabía los tipos de cafés que se encontraría o si es que alguna vez podría ver el azul de nuevo.
Pero no recibió nada más que la motivación a irse, su madre sabía que aquello era una oportunidad única, Maya entraría a una zona elevada, donde conocería a personas con poder que le ayudarían a desarrollarse y, que con el paso del tiempo, le encontrarían una pareja adecuada a su personalidad, haciendo que su ciclo estuviera completo, tenía esperanzas en ella.
—Estás haciendo lo correcto— resumió su madre con un nudo en la garganta, alentando a su hija a subir a aquel auto y cerrando la puerta de este con una sonrisa y un nos vemos pronto, aún sabiendo que aquello no sería verdad.
Eugenia, la madre de Maya, había pasado por lo mismo, gracias a su inteligencia y desarrollo, la habían promovido de zona, dejando atrás su verde hogar para irse a una nueva zona, misma que no supo hasta ver el auto que la recogió. El azul sería su nuevo hogar y mientras se despedía notó como todo a su alrededor cambiaba: las casas, los autos, su valija y por último sus ropas, dejando al lado su bonito verde bandera para dejarla en un azul marino que poco le gustaba pero del cual ya se había acostumbrado. Su hija tuvo el privilegio de escoger hacía donde quería mudarse gracias a su desarrollo, pero Eugenia sabía que, después de aquella despedida, no sabía nada más, justo como ella no supo nada más de su familia.
—Para avanzar hay que olvidar—
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