SINS, Soberbia
—Cierra la maldita boca— la voz de Joe resonaba por todo el lugar, estaba desesperado y Jude solo le respondía con una sonrisa —¿Qué mierda estabas pensando?
El inglés se sentó tranquilo, cruzó las piernas y prendió un cigarrillo con toda la calma, su atención estaba concentrada en eso, en inhalar y exhalar el humo, y solo cuando sintió que sus pulmones estaban lo suficientemente llenos de nicotina comenzó a hablar.
—¿Qué hubieras hecho tú eh?— aquel silencio pareció eterno —¿Hubieras desaprovechado la oportunidad?— De nuevo aquella sonrisa irónica se cruzó por su rostro poco antes de sentir la mirada acusadora de Joe.
—Solo había una regla— de nuevo la desesperación se notó en la voz de Joe mientras caminaba de un lado hacía el otro —una maldita regla y la tenías que romper
Ellos habían crecido juntos desde que eran adolescentes, Joe le llevaba dos años y se había encargado de cuidarlo mientras vagaban por las calles de Londres, pero cuando este cumplió los 19 se mudó junto a su familia lo bastante lejos para perder la comunicación unos años con Jude. Cuando al fin se encontraron eran parte de la misma organización, Joe se mudó de nuevo a Londres y se hizo cargo de enseñar a su amigo cómo debían manejarse las cosas con Hassen.
En la organización había un sin fin de reglas que debían ser respetadas por todos, pero mientras más trabajabas y te ganabas la confianza del jefe más fácil podrías saltárselas y ser un poco más “libre”, eso también se lo enseñó Joe a Jude, incluso la más importante: Nunca se trabajaba sin que Hassen lo supiera. Cada golpe en la ciudad y los alrededores era planeado por él y cuando ocurría algo que no fuera parte del plan el jefe se encargaba de perseguir al responsable y darle una lección: Nadie se movía sin que él supiera.
—Viste lo que le pasó a Capheus idiota ¿Quieres acabar así?— Joe se había tomado el papel de hermano mayor y ahora estaba preocupado por él —Te tienes que ir.
Las palabras de Joe hicieron que se riera, al principio fue una risa ahogada por el humo del cigarrillo, luego fue más clara y fuerte lo que hizo desesperar a Joe. Este se acercó hasta donde Jude estaba y le hizo frente sentándose en la orilla de la mesa de centro, lo miró por un segundo y luego manoteó frente a él haciendo que el cigarrillo saliera volando.
—No es un juego Jude— el rostro de Joe estaba comprimido por la mezcla de enojo y preocupación —Cuando se entere Has…
—¿Y quién te dice que se va a enterar?— interrumpió el inglés con aquella cínica sonrisa —Fue algo limpio, nadie lo sabe, nadie me vio.
De la preocupación Joe pasó al enojo, no podía entender cómo él había hecho semejante idiotez, que lo hubiera hecho en la cara del jefe y que estuviera tan tranquilo, Joe intuía que había recibido una muy buena suma de dinero por el trabajo pero para él no valía la pena ni el dinero ni el prestigio en el bajo mundo si era a costa de la vida ¿De qué le serviría a Jude esos cinco minutos de fama? Hassel se enteraría de todo y al final iría tras Jude, estuviera donde estuviera.
Jude por otro lado se sentía extasiado y, aunque se había prometido no decirle a nadie, quería contar su “proeza” así que le pidió a su amigo ir a su casa para relatar cada detalle de su trabajo, las horas que pasó observando y los pequeños trucos que utilizó para cumplirlo, lo único que no dijo fue quién lo había contratado a pesar de las insistencias de Joe, “secreto de confesión” respondió a una de las tantas veces que fue interrogado. Jude solo quería contar cómo logró eliminar al objetivo y el adorno que usó antes de irse.
—Eres un imbécil— fue lo último que Joe le dijo antes de abandonar su casa aquella noche, Jude le enseñó el dedo medio como despedida y ambos decidieron no decir nada más. Aquella plática quedaba en el olvido.
Los días pasaron, Jude y Joe no se habían vuelto a ver, ambos estaban trabajando en lo suyo, Joe seguía aprovechando los contactos con el gobierno para escalar los negocios de Hassel ofreciendo patrocinios del negocio formal del jefe, mientras que Jude se encargaba del bar de Londres, había aprendido que administrarlo no era tan sencillo como lo hacía parecer pero le estaba agarrando gusto, incluso lo que había empezado a hacer en el bar ahora lo extrañaba y de vez en cuando lo hacía, Jude se metía a la bodega a acomodar cajas de cervezas y a revisar que todo estuviera en orden.
Una tarde mientras movía cajas de un lugar a otro Jude escuchó que la música paró de golpe, el ruido de los empleados paró y los pasos apresurados llegaron hasta él, se puso alerta sacando el arma que llevaba en la espalda y esperó atento a que la puerta se abriera.
—Buenas tardes hijo— Hassel apareció en la puerta, su rostro estaba serio pero lucía amable —¿Cómo va el negocio? ¿Hay buenas ventas?
—Sí señor— Jude guardó el arma aunque no pudo relajarse del todo, se limpió las manos y caminó para afuera de la bodega, conduciría a su jefe a la oficina para que estuviera más cómodo.
Ni siquiera salió de la bodega, Hassel lo empujó con todas sus fuerzas contra el marco de la puerta haciendo que este se cayera desorientado. Los hombres que iban con el jefe tomaron a Jude por los brazos y lo levantaron apenas entraron, Hassel miró al inglés hasta que ese hizo contacto visual.
—¿En serio creíste que no me daría cuenta?— más que hablarlo Hassel siseó aquellas palabras mientras ordenaba que lo sujetaran bien y lo llevaran a la oficina. Una vez ahí Jude volvió a sentir su cabeza estrellarse contra la pared y las manos de los hombres hacer fuerza contra sus brazos.
Las amenazas y los gritos era algo que persistía en el discurso de Hassel, los golpes también, Jude se encontraba ahora de rodillas frente a su jefe con la nariz rota, golpes en la frente y el ojo y la ropa manchada de sangre.
—Nombres— siseó Hassel frente a su rostro —quiero nombres y prometo ser indulgente. El menor lo miró por un momento, escupió sangre y le sonrió con cinismo.
—A ver si sigues sonriendo— El jefe miró aquello con impaciencia, la sonrisa de Jude había terminado por sacarlo de sus casillas así que sacó el arma y apuntó justo a su frente.
Jude ni siquiera se inmutó, levantó más la cabeza y le sostuvo la mirada, él sabía que no podía deshacerse de él, y no porque no pudiera sino porque Jude tenía los nombres de los que lo contrataron, para Hassel era un enemigo invisible el que había llegado a amenazar sus negocios y a robarse a sus hombres.
—Te ofrezco un trato— sí, estaba nervioso y dudaba si aquello funcionaría, pero confíaba tanto en lo que sabía que su orgullo no le permitía bajar la cabeza.
Hassel miró por un momento a Jude, el arma aún le apuntaba la cabeza, por su rostro no había más que furia, cortó cartucho y la apuntó de nuevo. El inglés le volvió a sonreír con cinismo. Lo que siguió fue en un parpadeo: Hassel levantó el arma con furia,sonó un disparo, Jude sintió mucho dolor y después todo fue negro…
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